Señor, acuérdate de mí cuando llegues a tu Reino.
Herman@s este domingo 20 de noviembre del 2022 celebramos la Solemnidad de Cristo Rey, Jesucristo Rey del Universo, un día en el que, además, concluimos los actos conmemorativos del 75 Aniversario Fundacional.
Vive el misterio del Reino, vive la festividad de Cristo Rey con nosotros, en comunidad, junto a Jesús en la entrada en Jerusalén, vive con nosotros el cierre de la celebración del 75 Aniversario Fundacional.
El último domingo del año litúrgico se centra en Jesucristo-Rey. Toda la liturgia tiene como principio y como fin al mismo Jesús. Le recordamos Niño en Belén y nuestro corazón se llena de ternura. Nos admira y emociona en su vida oculta de Nazaret, viviendo como un obrero más, como un paisano cualquiera, sin dar ninguna señal extraordinaria. Le recordamos con cariño en su vida pública, recorriendo pueblos y ciudades, predicando la Buena Noticia y sanando toda dolencia y enfermedad. Por fin lo hacemos presente en Jerusalén, entregando su vida por nosotros en la Cruz. Naturalmente que una vida así no podía encerrarse en una estrecha sepultura. A los tres días salió del sepulcro y este triunfo final de su Resurrección llenó el mundo de alegría y de esperanza. Es lo que celebramos en este último Domingo del Año Litúrgico.
EVANGELIO
Lucas (23,35-43):
En aquel tiempo, los magistrados hacían muecas a Jesús diciendo: «A otros ha salvado; que se salve a sí mismo, si él es el Mesías de Dios, el Elegido”. Se burlaban de él también los soldados, que se acercaban y le ofrecían vinagre, diciendo: «Si eres tú el rey de los judíos, sálvate a ti mismo» Había también por encima de él un letrero: «Este es el rey de los judíos». Uno de los malhechores crucificados lo insultaba diciendo: «¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros». Pero el otro, respondiéndole e increpándolo, le decía: «¿Ni siquiera temes tú a Dios, estando en la misma condena? Nosotros, en verdad, lo estamos justamente, porque recibimos el justo pago de lo que hicimos; en cambio, éste no ha hecho nada malo». Y decía: «Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino». Jesús le dijo: “En verdad te digo: hoy estarás conmigo en el paraíso».
REFLEXIÓN
1.- YO SOY REY. PERO NO DE ESTE MUNDO. Los reyes de este mundo viven en Palacios, tienen esclavos que les sirvan y soldados que les defiendan. Les gustan los honores, las dignidades, las grandezas. La primera lectura habla de la unción de David como rey de Israel. Hay que tener en cuenta su elección a través de Samuel:” Fue a casa de Jesé y éste le mostró sus hijos más fuertes y robustos. Y ninguno le agradó. ¿No tienes más hijos? Sí, “el más pequeño” que está pastoreando el rebaño. Buscadlo, ése es el elegido. Dice Dios: “Vosotros os fijáis en las apariencias, pero yo miro el corazón” (1Sam. 16, 7-12). Jesús es rey, pero pasó por la vida como “el pequeño, el siervo, el humilde”. Cuando, después de la multiplicación de los panes, le quieren hacer rey, se esconde (Jn.6,15). Si los reyes de este mundo buscan un camino de “ascenso” Jesús siempre busca el camino de “descenso”, hasta lavar los pies a sus discípulos.
2.- YO SOY REY. PERO MI CORONA NO ES DE ORO NI PERLAS PRECIOSAS SINO DE ESPINAS. De la cabeza de este gran rey han salido ideas geniales, proyectos maravillosos, sueños sublimes. Él ha querido reinar desde el amor y ha pasado por la vida “haciendo el bien a todos”. Ha predicado la igualdad, la fraternidad, el perdón. Y no sólo lo ha predicado, sino que lo ha vivido, lo ha realizado. Ha muerto perdonando a los que se estaban mofando de él. “Los magistrados hacían muecas a Jesús diciendo: «A otros ha salvado; que se salve a sí mismo, si él es el Mesías de Dios, el Elegido”. Se burlaban de él también los soldados, que se acercaban y le ofrecían vinagre, diciendo: «Si eres tú el rey de los judíos, sálvate a ti mismo». Esa cabeza que sólo ha pensado en hacer el bien ha sido “coronada de espinas”. Es la paga que le han dado a este rey. Ha muerto perdonando también al ladrón que tenía a su lado. Solamente teniendo a Jesús al lado, uno puede soportar el dolor, el sufrimiento y la muerte. La gran lección de esta fiesta es: sólo desde el amor se puede reinar.
3.- YO SOY REY. PERO NO PARA QUE ME SIRVAN SINO PARA SERVIR. Frente al afán de dominar, propio de los que tienen poder en el mundo, Jesús ejerce su dominio “sirviendo a los demás”. Dios hizo a nuestros padres en el paraíso “virreyes” y les dio el dominio sobre todas las cosas (Gn. 1,28). Pero no quisieron ser “virreyes”. Quisieron ser “reyes” y tener el poder y el dominio de Dios. Según la carta de Pablo en este día, “Él es el primero en todo y tiene toda la plenitud”. Nosotros podemos participar de esa plenitud de Cristo dominándonos a nosotros mismos, sin ser esclavos de nada y de nadie. Al contrario, debemos servirnos los unos a los otros por amor. Un servicio hecho sin amor, esclaviza; pero un servicio hecho por amor, nos hace libres. Con este servicio hecho por amor, Jesús nos ha enseñado a reinar. Cuando a los primeros cristianos de Roma se les exigía que dieran culto al Emperador, ellos decían: Nosotros no reconocemos a otro Señor que a Jesucristo, que ha muerto y ha resucitado por nosotros. Nuestros primeros cristianos se pueden considerar como“mártires de la libertad”. Nadie más hombre que un cristiano; nadie más libre que un cristiano, nadie más feliz que un cristiano, pero un cristiano de verdad.
(Reflexiones de Raúl Romero, sacerdote)
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